Escribe Prof: Ovidio Virgilio López Ochoa.
El acontecer político en la primera vuelta electoral, se ha dado, sin ninguna duda, con el mejor de los comportamientos, salvo ligeros brotes de violencia verbal; pero en lo general la campaña se ha desenvuelto con el mayor de los respetos a los derechos humanos y a la conciencia política de los ciudadanos.
Las actividades proselitistas de los diferentes partidos se han desarrollado con normalidad a excepción política al enfocar los problemas nacionales que nos agobia con tanta gravedad que se vuelve difícil pensar en un cambio a breve plazo porque la situación moral y económica del País no es problema de solución inmediata. Se vuelve indispensable cambios estructurales que, modernicen el Estado en que constituya una garantía para evitar los atracos tan frecuentes a los fondos públicos, produce asombro recordar cuantos fraudulentos se encuentran fuera del país, disfrutando de los dineros del pueblo ecuatoriano.
Hay que rescatar al Ecuador de la inmoralidad en la función pública y crear un ambiente de honradez y eficiencia administrativas, para esto es indispensable modernizar la Legislación Ecuatoriana.
Uno de los problemas fundamentales a que el País salga de la crisis económica en que se encuentra, es normal el proceso financiero del que depende nuestra economía; incentivar las fuentes de producción que el Ecuador nos ofrece en abundancia; la agropecuaria, la minera, etc. Etc., a que los Ecuatorianos encontremos trabajando para subsistir con decencia y no espera todo del Estado, creando una sociedad parasitaria y estimulando el ocio.
Hay casos en que los subsidios, son imperiosos y muy humanos y que los gobiernos lo han dado y lo deben dar, “esto tiene sus limitaciones,” caso concreto en los alimentos importados, etc. Pero que a pretexto de subsidio se quiera convertirlo en Slogan político, pretendiendo que el Ecuador sea un Estado paternalista, me parece inmoral.
También interesa al pueblo, que quien asuma el poder cuide que el descubrimiento de Rabelais “EL VIENTRE”, no se enseñoree en la administración pública, con el ansia de comer y beber sin medida, porque sobre este fenómeno gravita todos los males de acontecer político.